23 nov 2010
Algunos cuentos...
A continuación, subiremos diferentes cuentos con los que se pueden trabajar los distintos valores.
¡Esperamos que les sirva!
El espejo estropeado (BONDAD)
Ayudar a los
demás produce la alegría más verdadera.
Había una vez
un niño listo y rico, que tenía prácticamente de todo, así que sólo le llamaba
la atención los objetos más raros y curiosos. Eso fue lo que le pasó con un
antiguo espejo, y convenció a sus padres para que se lo compraran a un
misterioso anciano. Cuando llegó a casa y se vio reflejado en el espejo, sintió
que su cara se veía muy triste. Delante del espejo empezó a sonreír y a hacer
muecas, pero su reflejo seguía siendo triste.
Extrañado, fue
a comprar golosinas y volvió todo contento a verse en el espejo, pero su
reflejo seguía triste. Consiguió todo tipo de juguetes y cachivaches, pero aún
así no dejó de verse triste en el espejo, así que, decepcionado, lo abandonó en
una esquina. "¡Vaya un espejo más horrible! ¡Es la primera vez que veo un
espejo estropeado!"
Esa misma tarde
salió a la calle para jugar y comprar unos juguetes, pero yendo hacia el
parque, se encontró con un niño pequeño que lloraba entristecido. Lloraba tanto
y le vio tan sólo, que fue a ayudarle para ver qué le pasaba. El pequeño le
contó que había perdido a sus papás, y juntos se pusieron a buscarlo. Como el
chico no paraba de llorar, nuestro niño gastó su dinero para comprarle unas
golosinas para animarle hasta que finalmente, tras mucho caminar, terminaron
encontrando a los padres del pequeño, que andaban preocupadísimos buscándole.
El niño se
despidió del chiquillo y se encaminó al parque, pero al ver lo tarde que se
había hecho, dio media vuelta y volvió a su casa, sin haber llegado a jugar,
sin juguetes y sin dinero. Ya en casa, al llegar a su habitación, le pareció
ver un brillo procedente del rincón en que abandonó el espejo. Y al mirarse, se
descubrió a sí mismo radiante de alegría, iluminando la habitación entera. Entonces
comprendió el misterio de aquel espejo, el único que reflejaba la verdadera
alegría de su dueño.
Y se dio cuenta
de que era verdad, y de que se sentía verdaderamente feliz de haber ayudado a
aquel niño.
Y desde
entonces, cuando cada mañana se mira al espejo y no ve ese brillo especial, ya
sabe qué tiene que hacer para recuperarlo.
El saco mascota (BONDAD)
Recibimos lo
que damos a los demás, así que para recibir cosas buenas debemos dar cosas
buenas.
Desde que era
muy niño, Mateo dedicó todas sus energías a encontrar el Saco Mascota, el más
famoso objeto que había creado el mago Cachuflo. Nadie sabía qué tenía dentro
para hacerlo tan especial, pero según decían, era capaz de hacer todo lo que su
amo le ordenara. Mateo, convertido en un poderoso caballero, fue implacable en
su búsqueda, superando todo aquello que se interponía en su camino, y cuando
sus esfuerzos tuvieron recompensa y encontró el saco viviendo escondido en una
cueva, se sintió el hombre más feliz del mundo.
Pero resultó
que el saco estaba lejos de ser una buena mascota: gruñía cada vez que le
pedían hacer algo, incluso aunque el caballero le amenazaba con sus armas; si
algo se le metía en la cabeza no había forma de sacárselo, y no dejaba de
morder, por más golpes que le daba Carlo para que no lo hiciera. Decepcionado
tras meses de aguantar tan insufrible mascota, Mateo decidió venderla en el
mercadillo, pero era tan molesta e insolente, que apenas nadie se acercaba a
preguntar por su precio. Entonces se le acercó Diana, una anciana mujer ciega,
conocida de todos en aquella ciudad por su amabilidad y optimismo.
- Yo me quedaré
con tu mascota, aunque no tengo mucho para pagarte.
Mateo se sintió
aliviado al deshacerse del molesto saco, pero al momento vio cómo el saco hacía
todo tipo de juegos y cariñosas piruetas con la anciana. Lleno de sorpresa, lo
arrancó de sus manos, pero nuevamente el saco se tornó agresivo e insufrible.
Entonces, rojo de ira, y tras arrojarlo al suelo, tomó su espada y lo rajó de
arriba a abajo.
Y al hacerlo,
quedó petrificado. Por el roto comenzaron a salir cientos de pequeños Mateos,
todos furiosos y gritones, que lanzaron toda su furia contra el caballero. Y
posiblemente hubieran acabado con él, si no fuera porque Diana se agachó a
tomar el saco, y al hacerlo, todos los Mateos se transformaron en amables
Dianas, volvieron al saco, cerraron la abertura, y comenzaron a jugar con su
nueva dueña...
Así comprendió
Mateo que nada había malo en aquel saco que no estuviera previamente en él
mismo, y con el mismo empeño con que persiguió el saco, se propuso mejorarse a
sí mismo. Y lo consiguió de tal forma, que cuando la adorable Diana le dejó el
saco poco antes de morir, realizaron juntos tantas proezas y tan maravillosas,
que darían para escribir cien libros.
El gran partido (TRABAJO EN EQUIPO)
Cuando algo se
hace entre todos, lo importante es que al final todo salga bien, y no andar
contando quién ha aportado más o menos.
Había una vez
un grupo de niños que habían quedado para jugar un partido de fútbol por todo
lo alto. Habían dedicido que cada uno llevaría un elemento importante que
hubiera en todos los partidos oficiales, y así, uno trajo el balón, otro el
silbato, otro una portería, otro los guantes del portero, las banderillas del
córner, etc... Pero antes de comenzar el partido, a la hora de elegir los
equipos hubo una pequeña discusión, y decidieron que podría elegir aquel que
hubiera llevado el elemento más importante.
Como tampoco se
ponían de acuerdo en eso, pensaron que lo mejor sería empezar a jugar al
completo, con todos los elementos, e ir eliminando lo que cada uno había traído
para ver si se podía seguir jugando y descubrían qué era verdaderamente
imprescindible. Así que comenzaron a jugar, y primero eliminaron el silbato,
pero quien hacía de árbitro pudo seguir arbitrando a gritos. Luego dejaron a
los porteros sin guantes, pero paraban igual de bien sin ellos; y tampoco se notó
apenas cuando quitaron los banderines que definían los límites del campo, ni
cuando cambiaron las porterías por dos papeleras...; y así siguieron, hasta que
finalmente cambiaron también el balón por una lata, y pudieron seguir
jugando...
Mientras
jugaban, pasó por allí un señor con su hijo, y viéndoles jugar de aquella
forma, le dijo al niño:
-"Fíjate,
hijo: aprende de ellos, sin tener nada son capaces de seguir jugando al fútbol,
aunque nunca vayan a poder aprender ni mejorar nada jugando así"
Y los chicos,
que lo oyeron, se dieron cuenta de que por su exceso de orgullo y egoísmo, lo
que se presentaba como un partido increíble, había acabado siendo un partido
penoso, con el que apenas se estaban divirtiendo. Así que en ese momento,
decidieron dejar de un lado sus opiniones egoístas, y enseguida se pusieron de
acuerdo para volver a empezar el partido desde el principio, esta vez con todos
sus elementos. Y verdaderamente, fue un partido alucinante, porque ninguno
midió quién jugaba mejor o peor, sino que entre todos sólo pensaron en
divertirse y ayudarse.
La isla de los inventos (TRABAJO EN EQUIPO)
Hay que ponerse
grandes objetivos, pues con esfuerzo y constancia, podemos llegar a conseguir
aún más de lo que nos propongamos.
La primera vez
que Luca oyó hablar de la Isla
de los Inventos era todavía muy pequeño, pero las maravillas que oyó le sonaron
tan increíbles que quedaron marcadas para siempre en su memoria. Así que desde
que era un chaval, no dejó de buscar e investigar cualquier pista que pudiera
llevarle a aquel fantástico lugar. Leyó cientos de libros de aventuras, de
historia, de física y química e incluso música, y tomando un poco de aquí y de
allá llegó a tener una idea bastante clara de la Isla de los Inventos: era un
lugar secreto en que se reunían los grandes sabios del mundo para aprender e
inventar juntos, y su acceso estaba totalmente restringido. Para poder
pertenecer a aquel selecto club, era necesario haber realizado algún gran
invento para la humanidad, y sólo entonces se podía recibir una invitación
única y especial con instrucciones para llegar a la isla.
Luca pasó sus
años de juventud estudiando e inventando por igual. Cada nueva idea la convertía
en un invento, y si algo no lo comprendía, buscaba quien le ayudara a
comprenderlo. Pronto conoció otros jóvenes, brillantes inventores también, a
los que contó los secretos y maravillas de la Isla de los Inventos. También ellos soñaban con
recibir "la carta", como ellos llamaban a la invitación. Con el paso
del tiempo, la decepción por no recibirla dio paso a una colaboración y ayuda
todavía mayores, y sus interesantes inventos individuales pasaron a convertirse
en increíbles máquinas y aparatos pensados entre todos. Reunidos en casa de
Luca, que acabó por convertirse en un gran almacén de aparatos y máquinas, sus
invenciones empezaron a ser conocidas por todo el mundo, alcanzando a mejorar
todos los ámbitos de la vida; pero ni siquiera así recibieron la invitación
para unirse al club.
No se
desanimaron. Siguieron aprendiendo e inventando cada día, y para conseguir más
y mejores ideas, acudían a los jóvenes de más talento, ampliando el grupo cada
vez mayor de aspirantes a ingresar en la isla. Un día, mucho tiempo después,
Luca, ya anciano, hablaba con un joven brillantísimo a quien había escrito para
tratar de que se uniera a ellos. Le contó el gran secreto de la Isla de los Inventos, y de
cómo estaba seguro de que algún día recibirían la carta. Pero entonces el joven
inventor le interrumpió sorprendido:
- ¿cómo? ¿pero
no es ésta la verdadera Isla de los Inventos? ¿no es su carta la auténtica
invitación?
Y anciano como
era, Luca miró a su alrededor para darse cuenta de que su sueño se había hecho
realidad en su propia casa, y de que no existía más ni mejor Isla de los
Inventos que la que él mismo había creado con sus amigos. Y se sintió feliz al
darse cuenta de que siempre había estado en la isla, y de que su vida de
inventos y estudio había sido verdaderamente feliz.
El dragón nube (BONDAD)
Todos tenemos
motivos para comportarnos como lo hacemos. Es mejor ser comprensivos y tratar
de sacar lo bueno que tenemos todos, que hacer juicios y condenas.
En las oscuras
tierras de las brujas y los trolls, vivía hace mucho tiempo el dragón más
terrible que nunca existió. Sus mágicos poderes le permitían ser como una nube,
para moverse rápido como el viento, ser ligero como una pluma y tomar cualquier
forma, desde una simple ovejita, a un feroz ogro. Y por ser un dragón nube, era
el único capaz de lanzar por su boca no sólo llamaradas de fuego, sino
brillantes rayos de tormenta.
El dragón nube
atacaba aldeas y poblados sólo por placer, por el simple hecho de oír los
gritos de la gente ante sus terribles apariciones. Pero únicamente encontraba
verdadera diversión cada vez que los hombres enviaban a alguno de sus
caballeros y héroes a tratar de acabar con él. Entonces se entretenía haciendo
caer interminables lluvias sobre su armadura, o diminutos relámpagos que
requemaban y ponían de punta todos los pelos del valiente caballero. Luego se
transformaba en una densa niebla, y el caballero, sin poder ver nada a su
alrededor, ni siquiera era consciente de que la nube en que estaba sumergido se
elevaba y echaba a volar. Y tras jugar con él por los aires durante un buen
rato, hasta que quedaba completamente mareado, el dragón volvía a su forma
natural, dejando al pobre héroe flotando en el aire. Entonces no dejaba de reír
y abrasarlo con sus llamaradas, mientras caía a gran velocidad hasta estamparse
en la nieve de las frías montañas, donde dolorido, helado y chamuscado, el
abandonado caballero debía buscar el largo camino de vuelta.
Sólo el joven
Yela, el hijo pequeño del rey, famoso desde pequeño por sus constantes
travesuras, sentía cierta simpatía por el dragón. Algo en su interior le decía
que no podía haber nadie tan malo y que, al igual que le había pasado a él
mismo de pequeño, el dragón podría aprender a comportarse correctamente. Así
que cuando fue en su busca, lo hizo sin escudo ni armaduras, totalmente
desarmado, dispuesto a averiguar qué era lo que llevaba al dragón a actuar de
aquella manera.
El dragón, nada
más ver venir al joven príncipe, comenzó su repertorio de trucos y torturas.
Yela encontró sus trucos verdaderamente únicos, incluso divertidos, y se
atrevió a disfrutar de aquellos momentos junto al dragón. Cuando por fin se
estampó contra la nieve, se levantó chamuscado y dolorido, pero muy sonriente,
y gritó: “ ¡Otra vez! ¡Yuppi!”.
El dragón nube
se sorprendió, pero parecía que hubiera estado esperando aquello durante
siglos, pues no dudó en repetir sus trucos, y hacer algunos más, para alegría
del joven príncipe, quien disfrutó de cada juego del dragón. Éste se divertía
tanto que comenzó a mostrar especial cuidado y delicadeza con su compañero de
juegos, hasta tal punto, que cuando pararon para descansar un rato, ambos lo
hicieron juntos y sonrientes, como dos buenos amigos.
Yela no sólo
siguió dejando que el dragón jugara con él. El propio príncipe comenzó a hacer
gracias, espectáculos y travesuras que hacían las delicias del dragón, y juntos
idearon muchos nuevos trucos. Finalmente Yela llegó a conocer a la familia del
dragón, sólo para darse cuenta de que, a pesar de tener cientos de años, no era
más que un dragón chiquitito, un niño enorme con ganas de hacer travesuras y
pasarlo bien.
Y así, pudo el
príncipe regresar a su reino sobre una gran nube con forma de dragón, ante la
alegría y admiración de todos. Y con la ayuda de niños, cómicos, actores y
bufones, pudieron alegrar tanto la vida del pequeño dragón, que nunca más
necesitó hacer daño a nadie para divertirse. Y como pago por sus diversiones,
regalaba su lluvia, su sombra y sus rayos a cuantos los necesitaban.
Gotita de agua, copito de nieve... (TRABAJO EN EQUIPO)
Las
cosas grandes que uno no puede conseguir solo, pueden lograrse colaborando de
forma organizada.
Había una vez
una gotita de agua que soñaba no llegar a convertirse en nieve y cubrir de
blanco las praderas del campo. Pasaron años hasta que una gran sequía bajó
tanto el nivel de agua del lago en que vivía que nuestra gotita se evaporó,
subiendo arriba, arriba, hasta el cielo. Allí formaba parte de una pequeña
nube, y en cuento hizo un poco de frío, buscó la primera campiña para dejarse
caer y cubrirla de nieve.
Pero sólo era
un copito de nieve, y en cuanto tocó el suelo, apenas pasaron unos segundos
antes de derretirse de nuevo, y allí le tocó esperar otra vez hasta que los
rayos de sol volvieron a llevarla de viaje hasta una nube blanca y regordeta.
Allí, sin desanimarse por su primer fracaso, la gota volvió dejarse nevar en
cuanto pudo, pero nuevamente, al cabo de unos pocos segundos se había derretido
completamente.
Varias veces
volvió a evaporarse, otras tantas se transformó en copito de nieve, y las
mismas veces fracasó en su intento de cubrir los campos y laderas de las
montañas. Finalmente, fue a parar a una gran nube, donde millones de gotitas de
agua se agolpaban. A pesar de ser gigantesca, en aquella nube se estaba
bastante incómodo, pues unas cuantas gotas parecían dar órdenes a todo el
mundo, y las obligaban entre un gran jaleo a apretujarse mucho:
- ¡las gotas
más grandes abajo!, ¡las ligeras arriba!. ¡Venga, venga, venga! no hay tiempo
que perder....
Entonces pensó
en dejarse caer de nuevo, pero una gotita simpática y divertida, la frenó
diciendo:
- ¡¿Dónde vas?!
¿Es que no quieres partipar?
Y al ver el
gesto de sorpresa de nuestra gotita, le explicó que se estaban preparando para
una gran nevada.
- A todas las
gotitas que estamos aquí nos encanta ser copitos de nieve durante muchos días,
por eso nos hemos juntado en esta nube. Hace años, intenté varias veces nevar
por mi cuenta, hasta que descubrí que no podría hacerlo sola. Y encontré esta
nube genial, donde todas ayudamos un poquito, y gracias a todos esos poquitos
hemos conseguido hacer ¡las mejores nevadas del mundo!
Poco después
ambas gotitas volaban por el cielo en forma de copos de nieve, rodeadas de
millones y millones de copos que cubrieron las verdes praderas de blanco. Y con
inmensa alegría comprobó nuestra gotita, que cuando todos colaboran puede conseguirse
hasta lo que parece más imposible.
Un loco en la ciudad (SENCILLEZ)
Muchas veces nos dejamos llevar tanto por
el materialismo de la vida moderna que perdemos de vista las cosas más
importantes que dan la felicidad.
Nada más entrar tuvo un recibimiento inesperado. Un par de agentes le detuvo, y le preguntaron hasta la talla de calzoncillos. Al final resultó que Julián iba "sospechosamente alegre" para no tener casi nada, ni siquiera venir de compras, pero finalmente tuvieron que dejarle ir, sin dejar por un momento de sospechar de aquel tipo alegre y campechano.
Lo primero que llamó la atención de Julián en la ciudad fue la prisa. Todos iban con tanta prisa que pensó que aquel día ocurriría algo tan especial que nadie quería perdérselo, así que comenzó a seguir a un hombre que parecía dirigirse allí. Pero después de varias horas siguiéndole, terminó en un pequeño piso sin haber llegado a hacer nada interesante en todo el día.
Julián durmió en un parque. Aquel parque estaba lleno de papeles y plásticos, y como las papeleras estaban vacías, pensó que lo genial de la ciudad era que habían inventado plantas con flores de papel y plástico. Pero sólo pensó esto hasta la mañana siguiente, cuando un hombre dejó caer el papel del chocolate que acababa de terminar mientras caminaba tranquilamente entre decenas de papeleras.
Andaba Julián tratando de entender lo que pasaba cuando llegó a unos grandes almacenes en los que entraba muchísima gente. "Esto debe ser el mejor museo del mundo", pensó al ver la cantidad de cosas inútiles que había allí. Pero luego vio que la gente cogía todas aquellas cosas, pagaba por ellas y se las llevaba. "¿Para qué querrá nadie un reloj en el que no se ven los minutos?" se preguntó al ver cómo una mujer salía toda contenta con un reloj modernísimo en la muñeca, y lo mismo pensó de unos zapatos con los que sería imposible caminar y un aparato electrónico que hacía mil cosas pero ninguna bien.
Nuevamente, decidió seguir a la mujer del reloj, para comprobar desilusionado que su gran alegría se tornó en decepción en cuanto sus amigas vieron su flamante reloj con gesto de desaprobación. Julián comenzaba a sentir pena por haber dejado el pueblo y llegar a aquel sitio donde habiendo tanta gente nadie parecía feliz.
Entonces vio a unos niños jugando. Ellos sí parecían estar alegres, correteando y persiguiéndose; excepto uno que andaba liado con una maquinita a la que llamaban consola. La golpeaba fuertemente con los dedos, poniendo todo tipo de gestos enfurecidos, y cuando alguno de los otros se acercaba para invitarle a jugar con todos, le alejaba con malos modos. Julián pensó que el niño trataba de destruir aquella maquinita que le hacía tan infeliz, y decidió ayudarle; se acercó, tomó la maquinita, la arrojó contra el suelo y la pisó, mirando al niño con gran satisfacción.
El niño montó en cólera, y no sólo él, sino sus amigos y casi todos los mayores que había por allí. Tanto le acosaron, que tuvo que salir de allí corriendo, y ya no paró hasta tomar el camino de vuelta al pueblo. Y mientras regresaba, no dejaba de preguntarse si todos se habrían vuelto locos...
La cabeza de colores (SENCILLEZ)
La envidia es el resultado de no saber
apreciar todo lo bueno que tenemos.
A todo el mundo le encantaba su pelo de colores, menos a él mismo, que tenía tanta envidia que quería tener el pelo como los demás niños. Y un día, estaba tan enfadado por ello, que se tiró de los pelos con rabia. Un pelo delgadito no pudo aguantar el tirón y se soltó, cayendo hacia al suelo en un suave vuelo... y entonces, los demás pelos, sintiendo envidia, se soltaron también, y en un minuto el niño se había quedado calvo, y su cara de sorpresa parecía un chiste malo.
Tras muchos lloros y rabias, el niño comprendió que todo había sido resultado de su envidia, y decidió que a partir de entonces trataría de disfrutar de lo que tenía sin fijarse en lo de los demás. Tratando de disfrutar lo que tenía, se encontró con su cabeza lisa y brillante, sin un solo pelo, y aprovechó para convertirla en su lienzo particular.
Desde aquel día comenzó a pintar hermosos cuadros de colores en su calva cabeza, que gustaron tantísimo a todos, que con el tiempo se convirtió en un original artista famoso en el mundo entero.
La princesa sin palacio (SENCILLEZ)
La felicidad no se encuentra en las cosas
más sofisticadas y aparentes, sino en la propia forma de vivir y afrontar la
vida.
Tras la desgracia, Nora comprendió que ella, la hermana mayor, posiblemente fuera la reina de la que hablaba la profecía, y acompañada de la joven Sabina, dedicó todos sus esfuerzo a encontrar su nuevo palacio. En sus muchos viajes conocieron a un viejo sabio, quien les entregó una vieja llave que debería abrir las puertas del palacio.
- No tengo ni idea de dónde estará el palacio- dijo el anciano-. Sólo se me ocurre que probéis la llave allá donde vayáis.
Y Nora se llevó a su hermana de viaje probando aquella llave en todos los palacios que conocía. Cuando ya no quedaron palacios, pensó que igual sería alguna casa importante, pero tampoco entre ellas la encontró. Desanimada, perdió la esperanza de encontrar su palacio. Y llevaban tanto tiempo viajando y buscando, que nadie las echaba de menos; tampoco tenían dinero ni joyas, y cuando llegaron a una humilde aldea, tuvieron que dedicarse a vivir y trabajar el campo con aquellas gentes pobres y alegres, que sin saber de su realeza, las acogieron como a dos pobres huérfanas.
Las hermanas vivieron algunos años en aquel lugar. Trabajaron mucho y supieron lo que eran el hambre y los problemas, pero todos las querían tanto que llegaron a sentirse muy felices, olvidando poco a poco su pasado real. Una noche, ordenando las cosas de Nora, Sabina encontró la antigua llave. Divertida, se la llevó a su hermana, quien nostálgica pensaba en el magnífico palacio que debía estar esperando en algún lugar.
- Igual queda algún pequeño bosque donde haya un palacio que no conocemos- dijo Nora, con un puntito de esperanza.
- Pues sabes lo que pienso -respondió la pequeña-. Que no necesito más para ser feliz. Estuvimos meses viajando solas de castillo en castillo para tener una vida de reinas, pero nunca he sido tan feliz como ahora, aunque no tengamos gran cosa. Si yo tuviera que elegir un palacio -continuó alegremente, mientras bailaba junto a la puerta- sería esta pequeña cabaña.- terminó divertida, al tiempo que con gesto solemne introducía la vieja llave en la puerta de la cabaña.
Al momento, la habitación se llenó de luces y música, y de la vieja puerta comenzó a surgir un maravilloso palacio lleno de vida y color, transformando aquel lugar por completo, llenándolo de fuentes, jardines y animales que hicieron las delicias de todos en la aldea.
Sólo la humilde puerta de la cabaña seguía siendo la misma, recordando así a todos cómo Sabina
El pequeño bosque junto al mar (SOLIDARIDAD)
Una parábola de cómo hacer el bien y
ayudar a los demás es una actitud que termina extendiéndose.
Durante generaciones aquella fue la vida de los plantadores de árboles. Los padres enseñaban a los hijos y éstos, desde muy pequeños, dedicaban cada rato de tiempo libre a plantar nuevos árboles. Cada familia era responsable de repoblar una zona señalada desde tiempo inmemorial, y el fallo de una cualquiera de las familias hubiera llevado a la comunidad al desastre.
Por supuesto, la gran mayoría de los árboles plantados se echaba a perder por mil variadas razones, y sólo un pequeño porcentaje llegaba a crecer totalmente, pero eran tantos y tantos los que plantaban que conseguían mantener el tamaño de su bosque protector, a pesar de las grandes tormentas y de las crueles talas de los malvados.
Pero entonces, ocurrió una desgracia. Una de aquellas familias se extinguió por falta de descendientes, y su zona del bosque comenzó a perder más árboles. No había nada que hacer, la tragedia era inevitable, y en el pueblo se prepararon para emigrar después de tantos siglos.
Sin embargo, uno de los jóvenes se negó a abandonar la aldea. “No me marcharé”, dijo, “si hace falta fundaré una nueva familia que se haga cargo de esa zona, y yo mismo me dedicaré a ella desde el primer día”.
Todos sabían que nadie era capaz de mantener por sí mismo una de aquellas zonas replantadas y, como el bosque tardaría algún tiempo en despoblarse, aceptaron la propuesta del joven. Pero al hacerlo, aceptaron la revolución más grande jamás vivida en el pueblo.
Aquel joven, muy querido por todos, no tardó en encontrar manos que lo ayudaran a replantar. Pero todas aquellas manos salían de otras zonas, y pronto la suya no fue la única zona en la que había necesidad de más árboles. Aquellas nuevas zonas recibieron ayuda de otras familias y en poco tiempo ya nadie sabía quién debía cuidar una zona u otra: simplemente, se dedicaban a plantar allí donde hiciera falta. Pero hacía falta en tantos sitios, que comenzaron a plantar incluso durante la noche, a pesar del miedo ancestral que sentían hacia los malvados podadores.
Aquellas plantaciones nocturnas terminaron haciendo coincidir a cuidadores con exterminadores, pero sólo para descubrir que aquellos “terribles” seres no eran más que los asustados miembros de una tribu que se escondían en las laberínticas cuevas de los acantilados durante el día, y acudían a la superficie durante la noche para obtener un poco de leña y comida con la que apenas sobrevivir. Y en cuanto alguno de estos “seres” conocía las bondades de vivir en un poblado en la superficie, y de tener agua y comida, y de saber plantar árboles, suplicaba ser aceptado en la aldea.
Con cada nuevo “nocturno”, el poblado ganaba manos para plantar, y perdía brazos para talar. Pronto, el pueblo se llenó de agradecidos “nocturnos” que se mezclaban sin miedo entre las antiguas familias, hasta el punto de hacerse indistinguibles. Y tanta era su influencia, que el bosque comenzó a crecer. Día tras día, año tras año, de forma casi imperceptible, el bosque se hacía más y más grande, aumentando la superficie que protegía, hasta que finalmente las sucesivas generaciones de aquel pueblo pudieron vivir allá donde quisieron, en cualquier lugar de la comarca. Y jamás hubieran sabido que tiempo atrás, su origen estaba en un pequeño pueblo protegido por unos pocos árboles a punto de desaparecer.
22 nov 2010
La varita mágica (SOLIDARIDAD)
Aportando una pequeña parte de lo que
tenemos podemos contribuir a hacer mucho.
Llamó varias veces, pero como nadie abría la puerta y seguía habiendo un ruido enorme, decidió entrar. Al instante, se hizo un gran silencio, y se encontró con miles de ojos que le miraban asustados: vasos, espejos, cuadros, sillas... ¡todo en aquella casa estaba vivo! ¡y le miraba!
- Buenas noches - dijo el niño.
Y de nuevo comenzó un alboroto enorme de respuestas y alegría:
- Uff, qué miedo - oyó que decían algunos
- Bah, es sólo un chiquillo- escuchó a sus espaldas. Y el molesto ruido de voces siguió por un buen rato....
- ¡¡¡Silencio!!! - gritó harto de tanto ruido el niño - ¿dónde estoy?
Y nuevamente respondieron todos a la vez.
- ¡¡ Callaos, por favor!! - suplicó. - Tú, la mesa, por favor, contesta, ¿quién manda aquí? ¿y por qué estáis todos vivos?
- Aquí mandaba esa varita mágica que está junto a tus pies, pero ya no le queda nada de magia, la repartió entre todos.
Efectivamente, una pequeña varita a sus pies era el único objeto que no parecía estar vivo. Comprendiendo que aquel era el origen de tal desorden, pensó en tratar de arreglarlo.
- ¿Y no os da vergüenza ser tan egoístas? ¿por qué no le devolvéis un poquito de su magia?
Un pequeño murmullo egoísta empezaba a llenar la habitación, cuando el viejo espejo susurró, "vale, de acuerdo", y haciendo una gota dorada con uno de sus ojos, la dejó caer sobre la varita, que comenzó a toser un poco.
- ¡Está viva! - se alegró un libro. Y también le dio su gotita dorada de magia.
Y así, todos fueron cediendo parte de su magia a la varita, que recuperó un aspecto brillante y divertido, adornado con cientos de colores. Y llena de alegría fue a posarse en la mano del niño, que al momento se cubrió con una nube de estrellas para aparecer vestido de mago. Y así fue como aquel niño se convirtió en el mago del bosque, y con alegría y sabiduría siguió animando a todos a compartir lo que tenían.
La joven del bello rostro (AMISTAD)
No debemos apreciar las personas por su apariencia, sino por su verdadera personalidad.
Había una vez una joven de origen humilde, pero increíblemente hermosa, famosa en toda la comarca por su belleza. Ella, conociendo bien cuánto la querían los jóvenes del reino, rechazaba a todos sus pretendientes, esperando la llegada de algún apuesto príncipe. Este no tardó en aparecer, y nada más verla, se enamoró perdidamente de ella y la colmó de halagos y regalos. La boda fue grandiosa, y todos comentaban que hacían una pareja perfecta.
Pero cuando el brillo de los regalos y las fiestas se fueron apagando, la joven princesa descubrió que su guapo marido no era tan maravilloso como ella esperaba: se comportaba como un tirano con su pueblo, alardeaba de su esposa como de un trofeo de caza y era egoísta y mezquino. Cuando comprobó que todo en su marido era una falsa apariencia, no dudó en decírselo a la cara, pero él le respondió de forma similar, recordándole que sólo la había elegido por su belleza, y que ella misma podía haber elegido a otros muchos antes que a él, de no haberse dajado llevar por su ambición y sus ganas de vivir en un palacio.
La princesa lloró durante días, comprendiendo la verdad de las palabras de su cruel marido. Y se acordaba de tantos jóvenes honrados y bondadosos a quienes había rechazado sólo por convertirse en una princesa. Dispuesta a enmendar su error, la princesa trató de huir de palacio, pero el príncipe no lo consintió, pues a todos hablaba de la extraordinaria belleza de su esposa, aumentando con ellos su fama de hombre excepcional. Tantos intentos hizo la princesa por escapar, que acabó encerrada y custodiada por guardias constantemente.
Uno de aquellos guardias sentía lástima por la princesa, y en sus encierros trataba de animarle y darle conversación, de forma que con el paso del tiempo se fueron haciendo buenos amigos. Tanta confianza llegaron a tener, que un día la princesa pidió a su guardián que la dejara escapar. Pero el soldado, que debía lealtad y obediencia a su rey, no accedió a la petición de la princesa. Sin embargo, le respondió diciendo:
- Si tanto queréis huir de aquí, yo sé la forma de hacerlo, pero requerirá de un gran sacrificio por vuestra parte.
Ella estuvo de acuerdo, confirmando que estaba dispuesta a cualquier cosa, y el soldado prosiguió:
- El príncipe sólo os quiere por vuestra belleza. Si os desfiguráis el rostro, os enviará lejos de palacio, para que nadie pueda veros, y borrará cualquier rastro de vuestra presencia. Él es así de ruin y miserable.
La princesa respondió diciendo:
- ¿Desfigurarme? ¿Y a dónde iré? ¿Que será de mí, si mi belleza es lo único que tengo? ¿Quién querrá saber nada de una mujer horriblemente fea e inútil como yo?
- Yo lo haré - respondió seguro el soldado, que de su trato diario con la princesa había terminado enamorándose de ella - Para mí sois aún más bella por dentro que por fuera.
Y entonces la princesa comprendió que también amaba a aquel sencillo y honrado soldado. Con lágrimas en los ojos, tomó la mano de su guardián, y empuñando juntos una daga, trazaron sobre su rostro dos largos y profundos cortes...
Cuando el príncipe contempló el rostro de su esposa, todo sucedió como el guardían había previsto. La hizo enviar tan lejos como pudo, y se inventó una trágica historia sobre la muerte de la princesa que le hizo aún más popular entre la gente.
Y así, desfigurada y libre, la joven del bello rostro pudo por fin ser feliz junto a aquel sencillo y leal soldado, el único que al verla no apartaba la mirada, pues a través de su rostro encontraba siempre el camino hacia su corazón.
El pintor, el dragón y el titán (AMISTAD)
Por muy grande o fuerte que alguien sea, siempre hay alguien más grande que puede hacer lo mismo.
Había una vez un pintor que en uno de sus viajes quedó tan perdido por el mundo que fue a dar a la guarida de un dragón. Éste, nada más verle, rugió feroz por haberle molestado en su cueva.
- ¡Nadie se atreve a entrar aquí y salir vivo!
El pintor se disculpó y trató de explicarle que se había perdido. Le aseguró que se marcharía sin volver a molestarle, pero el dragón seguía empeñado en aplastarle.
- Escucha dragón. No tienes por qué matarme, igual puedo servirte de ayuda.
- ¡Qué tonterías dices enano! ¿cómo podrías ayudarme tú, que eres tan débil y pequeñajo? ¿Sabes hacer algo, aunque sólo sea bailar? ¡ja, ja,ja,ja!
- Soy un gran pintor. Veo que tus escamas están un poco descoloridas y, ciertamente, creo que con una buena mano de pintura podría ayudarte a dar mucho más miedo y tener un aspecto mucho más moderno...
El dragón se quedó pensativo, y al poco decidió perdonar la vida al pintor si se dedicaba como esclavo suyo a pintarle y decorarle a su gusto.
El pintor cumplió con su papel, dejando al dragón con un aspecto increíble. Al dragón le gustó tanto, que a menudo le pedía al pintor nuevos cambios y retoques, al tiempo que le trataba mucho mejor, casi como a un amigo. Pero por mucho que el pintor se lo pidiera, no estaba dispuesto a dejarle libre, y le llevaba con él a todas partes.
En uno de sus viajes el pintor y el dragón llegaron a una gran montaña. Estaban recorriéndola cuando se dieron cuenta de que la montaña se movía... y comenzó a rugir con un ruido tal que dejó al dragón medio muerto de miedo. Aquella montaña era en realidad un gigantesco titán, que se sintió tan enfandado y ofendido por la presencia del dragón, que aseguró que no pararía hasta aplastarlo.
El dragón, asustado por el tamaño del titán, se disculpó y trató de explicarle que había llegado allí por error, pero el titán estaba decidido a acabar con él.
- Pero escucha, gran titán, soy un dragón y puedo serte muy útil- terminó diciendo.
- ¿Tú, dragón enano? ¿Ayudarme a mí? ¿Pero sabes hacer algo útil? ¡ja, ja, ja, ja!
- Soy un dragón, y echo fuego por mi boca. Podría asar tu comida y calentar tu cama antes de dormir...
El titán, igual que había hecho antes el dragón, aceptó la propuesta, quedándose al dragón como su esclavo, tratándolo como si fuera una cerilla o un mechero. Una noche, cuando el titán dormía, el dragón miró entristecido y avergonzado al pintor.
- Ahora que me ha ocurrido a mí, me he dado cuenta de lo que te hice... Perdóname, no debí abusar de mi fuerza y mi tamaño.
Y cortando sus cadenas, añadió:
- ¡Corre, escapa! El titán duerme y eres tan pequeño que no puede ni verte.
El pintor se sintió feliz de haber quedado libre, pero viendo que el dragón, a quien había tomado mucho cariño, había comprendido su injusticia, se quedó por allí cerca pensando un plan para liberarle.
A la mañana siguiente. Cuando el titán despertó, descubrió al dragón tumbado a su lado, muerto, con la cabeza cortada. Rugió y rugió y rugió furioso, pensando que habría sido cosa de su primo, el titán más malvado que conocía, y se marchó rápidamente en su busca, decidido a romperle la cabezota en mil pedazos.
Cuando se hubo marchado el titán, el pintor despertó al dragón, que aún dormía tranquilamente en el mismo sitio. Al despertar, el dragón encontró al otro dragón de la cabeza cortada, que no eran más que unas rocas que el pequeño artista había pintado para que parecieran un dragón muerto. Y al mirarse a sí mismo, el dragón comprobó que apenas se le podía ver, pues mientras dormía el pintor había decorado sus escamas de forma que parecía una verde pradera de flores y hierba.
Ambos huyeron tan rápido como pudieron, y el dragón, agradecido por haberle salvado, prometió a su amigo el pintor no volver a utilizar su fuerza y su tamaño para abusar de nadie, y que los utilizaría siempre para ayudar a quienes más lo necesitaran.
Adalina, el hada sin alas (AMISTAD)
Los amigos son el mejor apoyo para superar las dificultades y llevarnos donde no podemos llegar solos.
Adalina no era un hada normal. Nadie sabía por qué, pero no tenía alas. Y eso que era la princesa, hija de
Pero cuando cumplió la edad en que debía convertirse en reina, muchas hadas dudaron que pudiera ser una buena reina con tal discapacidad. Tanto protestaron y discutieron, que Adalina tuvo que aceptar someterse a una prueba en la que tendría que demostrar a todos las maravillas que podía hacer.
La pequeña hada se entristeció muchísimo. ¿Qué podría hacer, si apenas era mágica y ni siquiera podía llegar muy lejos con sus cortas piernitas? Pero mientras Adalina trataba de imaginar algo que pudiera sorprender al resto de las hadas, sentada sobre una piedra junto al río, la noticia se extendió entre sus amigos los animales del bosque. Y al poco, cientos de animalillos estaban junto a ella, dispuestos a ayudarla en lo que necesitara.
- Muchas gracias, amiguitos. Me siento mucho mejor con todos vosotros a mi lado- dijo con la más dulce de sus sonrisas- pero no sé si podréis ayudarme.
- ¡Claro que sí! - respondió la ardilla- Dinos, ¿qué harías para sorprender a esas hadas tontorronas?
- Ufff.... si pudiera, me encantaría atrapar el primer rayo de sol, antes de que tocara la tierra, y guardarlo en una gota de rocío, para que cuando hiciera falta, sirviera de linterna a todos los habitantes del bosque. O... también me encantaría pintar en el cielo un arco iris durante la noche, bajo la pálida luz de la luna, para que los seres nocturnos pudieran contemplar su belleza... Pero como no tengo magia ni alas donde guardarla...
- ¡Pues la tendrás guardada en otro sitio! ¡Mira! -gritó ilusionada una vieja tortuga que volaba por los aires dejando un rastro de color verde a su paso.
Era verdad. Al hablar Adalina de sus deseos más profundos, una ola de magia había invadido a sus amiguitos, que salieron volando por los aires para crear el mágico arco iris, y para atrapar no uno, sino cientos de rayos de sol en finas gotas de agua que llenaron el cielo de diminutas y brillantes lamparitas. Durante todo el día y la noche pudieron verse en el cielo ardillas, ratones, ranas, pájaros y pececillos, llenándolo todo de luz y color, en un espectáculo jamás visto que hizo las delicias de todos los habitantes del bosque.
Adalina fue aclamada como Reina de las Hadas, a pesar de que ni siquiera ella sabía aún de dónde había surgido una magia tan poderosa. Y no fue hasta algún tiempo después que la joven reina comprendió que ella misma era la primera de las Grandes Hadas, aquellas cuya magia no estaba guardada en sí mismas, sino entre todos sus verdaderos amigos.
La gran carrera de coches salvajes (AMISTAD)
Los buenos sentimientos se muestran practicándolos,
sobre todo cuando exigen nuestra renuncia.
Aquellos coches se hicieron famosísimos, y las carreras de coches salvajes eran el pasatiempo favorito de todos. No había niño que no soñara con pilotar uno, pues su poco peso y su sinceridad les convertía en pilotos ideales. Y como encontrar niños ligeros y de buen corazón que supieran mantener buenos sentimientos durante toda una carrera era difícil, frecuentemente se celebraban pruebas para descubrir nuevos talentos, en las que cada chico tenía una única oportunidad de demostrar su habilidad con los coches salvajes.
Así, la caravana de pruebas llegó a la pequeña ciudad en que vivía Nico, un niño bueno y alegre que, como muchos otros, no durmió esa noche mientras hacía cola esperando su turno para pilotar uno de aquellos coches. Durante la espera, muchos niños ensayaban y practicaban sus buenos deseos y pensamientos pero en cuanto se abrieron las puertas, una gran carrera de codazos y empujones descubrió que no todos eran tan buenos como parecían. Sin embargo, los organizadores ya lo debían tener previsto, y tras unas pocas pruebas tan sencillas como dar las gracias por una chocolatina, ayudar a preparar el material de las carreras o atender respetuosamente a una viejecita un poco pesada, sólo quedó un grupito de niños verdaderamente bondadosos, entre los que se encontraba Nico.
Así, los niños fueron subiendo a los coches por turnos para dar unas vueltas al circuito. A Nico le tocó el último turno, pero no le importó mucho, pues disfrutó de lo lindo viendo de cerca cómo aceleraban los coches salvajes. Cuando le llegó el momento, el corazón le latía a mil por hora. Con la emoción, apenas podía correr, y fue el último en subir a su coche. Tan contento estaba, que tardó un poco en darse cuenta de que aún quedaba un último niño por subir; uno que caminaba usando muletas y no había podido llegar antes. Y a su lado, escuchó cómo el jefe de las pruebas decía:
- Lo siento muchísimo, chico, ya no quedan coches y ésta es la última prueba de hoy. Los coches tienen que descansar ya. Venga, ya tendrás tu oportunidad otro día...
Al recordar el brillo emocionado que despedían un rato antes los ojos de aquel niño, y ver ahora su profunda tristeza, Nico respiró hondo, bajó del automóvil y dijo:
- No pasa nada. Yo le dejo mi coche.
El motor del coche salvaje rugió como nunca, mientras el niño accidentado subía lleno de alegría. Nico se quedó satisfecho por lo que había hecho, aunque un pelín desilusionado. Pero antes de arrancar, el otro niño descubrió en Nico ese puntito de tristeza y, agradecido, le tendió la mano diciendo.
- Sube. Iremos los dos juntos, aunque vayamos un poco más despacio.
Nico subió de un salto. Los niños se abrazaron alegres, pero apenas pudieron hacer nada más. ¡Su coche tronó como un cohete, y salió a la velocidad del rayo!
Aquella carrera rompió todos los récords conocidos y, durante esa misma temporada, Nico y su amigo arrasaron en cuantas competiciones participaron, convirtiéndose en ídolos de grandes y pequeños, y paseando felices su amistad y sus buenos sentimientos por todos los rincones del mundo.
Lagrimas de chocolate (AMISTAD)
La mejor forma de conseguir amigos es preocuparse generosamente por los demás.
Camila Comila era una niña golosa y comilona que apenas tenía amigos y sólo encontraba diversión en los dulces y los pasteles. Preocupados, sus papás escondían cualquier tipo de dulce que caía en sus manos, y la niña comenzó una loca búsqueda de golosinas por todas partes. En uno de sus paseos, acabó en una pequeña choza desierta, llena de chacharros y vasos de todos los tipos y colores. Entre todos ellos, se fijó en una brillante botellita de crital dorado, rellena de lo que parecía chocolate, y no dudó en bebérselo de un trago. Estaba delicioso, pero sintió un extraño cosquilleo, y entonces reparó en el título de la etiqueta: "lágrimas de cristal", decía, y con pequeñísimas letras explicaba: "conjuro para convertir en chocolate cualquier tipo de lágrimas".
¡Camila estaba entusiasmada! Corrió por los alrededores buscando quien llorase, hasta encontrar una pequeña niña que lloraba desconsolada. Nada más ver sus lágrimas, estas se convirtieron en chocolate, endulzando los labios de la niñita, que al poco dejó de llorar. Juntas pasaron un rato divertido probando las riquísimas lágrimas, y se despidieron como amigas. Algo parecido ocurrió con una mujer que había dejado caer unos platos y un viejito que no encontraba su bastón; la aparición de Camila y las lágrimas de chocolate animaron sus caras y arrancaron alguna sonrisa.
Pronto Camila se dio cuenta de que mucho más que el chocolate de aquellas lágrimas, era alegrar a personas con problemas lo que la hacía verdaderamente feliz, y sus locas búsquedas de dulces se convirtieron en simpática ayuda para quienes encontraba entregados a la tristeza. Y de aquellos dulces encuentros surgieron un montón de amigos que llenaron de sentido y alegría la vida de Camila.
El gigante comenubes (AMISTAD)
La amistad empieza por darse a los amigos sin esperar nada a cambio,
estando atentos a lo que necesitan.
Sopo era un gigante enorme, el más grande que haya habido nunca. Podía beberse un río hasta dejarlo seco, o tomar como ensalada todo un bosque. Y sin duda, su golosina preferida eran las nubes del cielo, frescas y esponjosas, de las que llegaba a comerse tantas que casi siempre acababa empachado, con tales dolores de barriga que terminaba por llorar, provocando entonces grandes riadas e inundaciones.
Sopo vivía tranquilo y a su aire, sin miedo de nada ni nadie, yendo y viniendo por donde quería. Pero a pesar de eso no era feliz: no tenía ni un sólo amigo. Y es que cada vez que el gigante visitaba un país, todo eran problemas: con las nubes que comía Sopo desaparecían las lluvias para los campos, y con sus empachos y sus llantos todo se inundaba, por no hablar de todos los bosques y granjas que llegaba a vaciar... En fin, que al verle todos huían aterrados, y nunca consiguió Sopo compartir un ratito con nadie.
Una noche, al verle llorar, varias estrellas se acercaron a preguntarle la razón de su tristeza. Al escuchar su historia, comentaron:
- Pobre gigante. No sabe buscar amigos. Puesla Tierra es el planeta más
especial que existe, y está lleno de amigos de todas las clases.
- Pero, ¿dónde se pueden buscar amigos? ¿cómo se hace eso? - replicó el gigante.
- Echándoles una mano o haciendo cualquier cosa por ellos. Eso es lo que hacen los amigos, ¿es que no lo sabes? - repondieron divertidas
- Vaya- suspiró Sopo- pues no se me ocurre nada. ¿Vosotras qué hicisteis para conseguir amigos?
- Aprendimos a mostrar el camino en la noche y servimos de guía a muchos navegantes. Son unos amigos estupendos, que nos cuentan historias y nos hacen compañía cada noche.
Así., el gigante y las estrellas siguieron charlando un rato, y durante los días siguientes Sopo no pensó en otra cosa que no fuera en encontrar una forma de buscar amigos. Pero no veía el modo de conseguirlo. Algunos días después, fue a pedirle ayuda ala Luna. Ésta, vieja y sabia, le respondió:
- No sabrás cómo hacer algo por alguien hasta que le conozcas bien. ¿Qué sabes de esos que quieres que sean tus amigos?
Sopo se quedó pensativo, porque realmente apenas sabía nada de los hombres. Eran tan pequeños que nunca se había preocupado.
Entonces se propuso averiguarlo todo, y dedicó largos días a observar las diminutas vidas de la gente. Y así fue como descubrió por qué todos huían al verle, y se enteró de las sequías que provocaba con sus comilonas de nubes, y de las inundaciones que provocaban sus llantos, y de mil cosas más que le llenaron de pena y alegría.
Aquella noche, el gigante corrió a saludar a las estrellas.
- Ya sé cómo buscaré amigos.... ¡¡comiendo y llorando!!
Y así fue. Desde aquel día, Sopo vigilaba los cielos, y allí donde se preparaban enormes tormentas, se deba un buen atracón de nubes; y luego marchaba a llorar un rato allá donde veía que faltaba el agua. En muy poco tiempo, Sopo pasó de ser lo peor que le podia ocurrirle a un país, a convertirse en una bendición para todo el mundo, y ya nunca faltó un buen amigo que quisiera dedicarle un ratito, escucharle o hacerle un favor.
Sopo era un gigante enorme, el más grande que haya habido nunca. Podía beberse un río hasta dejarlo seco, o tomar como ensalada todo un bosque. Y sin duda, su golosina preferida eran las nubes del cielo, frescas y esponjosas, de las que llegaba a comerse tantas que casi siempre acababa empachado, con tales dolores de barriga que terminaba por llorar, provocando entonces grandes riadas e inundaciones.
Sopo vivía tranquilo y a su aire, sin miedo de nada ni nadie, yendo y viniendo por donde quería. Pero a pesar de eso no era feliz: no tenía ni un sólo amigo. Y es que cada vez que el gigante visitaba un país, todo eran problemas: con las nubes que comía Sopo desaparecían las lluvias para los campos, y con sus empachos y sus llantos todo se inundaba, por no hablar de todos los bosques y granjas que llegaba a vaciar... En fin, que al verle todos huían aterrados, y nunca consiguió Sopo compartir un ratito con nadie.
Una noche, al verle llorar, varias estrellas se acercaron a preguntarle la razón de su tristeza. Al escuchar su historia, comentaron:
- Pobre gigante. No sabe buscar amigos. Pues
- Pero, ¿dónde se pueden buscar amigos? ¿cómo se hace eso? - replicó el gigante.
- Echándoles una mano o haciendo cualquier cosa por ellos. Eso es lo que hacen los amigos, ¿es que no lo sabes? - repondieron divertidas
- Vaya- suspiró Sopo- pues no se me ocurre nada. ¿Vosotras qué hicisteis para conseguir amigos?
- Aprendimos a mostrar el camino en la noche y servimos de guía a muchos navegantes. Son unos amigos estupendos, que nos cuentan historias y nos hacen compañía cada noche.
Así., el gigante y las estrellas siguieron charlando un rato, y durante los días siguientes Sopo no pensó en otra cosa que no fuera en encontrar una forma de buscar amigos. Pero no veía el modo de conseguirlo. Algunos días después, fue a pedirle ayuda a
- No sabrás cómo hacer algo por alguien hasta que le conozcas bien. ¿Qué sabes de esos que quieres que sean tus amigos?
Sopo se quedó pensativo, porque realmente apenas sabía nada de los hombres. Eran tan pequeños que nunca se había preocupado.
Entonces se propuso averiguarlo todo, y dedicó largos días a observar las diminutas vidas de la gente. Y así fue como descubrió por qué todos huían al verle, y se enteró de las sequías que provocaba con sus comilonas de nubes, y de las inundaciones que provocaban sus llantos, y de mil cosas más que le llenaron de pena y alegría.
Aquella noche, el gigante corrió a saludar a las estrellas.
- Ya sé cómo buscaré amigos.... ¡¡comiendo y llorando!!
Y así fue. Desde aquel día, Sopo vigilaba los cielos, y allí donde se preparaban enormes tormentas, se deba un buen atracón de nubes; y luego marchaba a llorar un rato allá donde veía que faltaba el agua. En muy poco tiempo, Sopo pasó de ser lo peor que le podia ocurrirle a un país, a convertirse en una bendición para todo el mundo, y ya nunca faltó un buen amigo que quisiera dedicarle un ratito, escucharle o hacerle un favor.
Las columnas de la Tierra (AMOR)
El respeto es el valor que relaciona el resto de valores fundamentales
sobre los que se sustenta la sociedad.
Érase una vez un niño que siempre trataba a su madre con gritos e
insultos, sin importarle lo mucho que esto la entristecía. Un día, sin saber
cómo, despertó en un lugar inmenso y solitario, sentado sobre una roca de la
que surgían cuatro columnas que parecían sustentar el mundo entero. Estaba allí
solo, cuando al poco vio llegar una inmensa bandada de cuervos con picos de
metal que se lanzaron contra la roca, picoteándola con fuerza. Cuando volvió a
estar sólo, misteriosamente se abrió una puerta en una de las columnas, y de
ella salió una niña simpática y preciosa.
-¿Has venido a ayudarnos? ¡qué bien! nos hace falta toda la gente posible.
El niño no comprendía, y viendo su extrañeza, la niña le explicó.
-¿Así que no sabes dónde estás? Esto es el centro de la tierra, estas
columnas lo sujetan todo, y la piedra sobre la que estás las mantiene unidas
-¿Y a qué queréis que os ayude?- dijo el niño extrañado.
- Pues a cuidar la piedra, claro. Se te ve en la cara que eres la persona
ideal-respondió la niña-.Los pájaros que has visto son cada vez más
numerosos, y si no cuidamos esta piedra un día se romperá y todo se vendrá
abajo.
- ¿Que se me ve en la cara?-exclamó el niño sorprendido-¡Pero si
nunca he cuidado una piedra!
- Pero aprenderás a hacerlo, igual que hasta ahora no lo has hecho. Toma,
mírate en este espejo- respondió la niña mientras le ponía un espejo
frente a la cara.
Entonces el niño se vio reflejado, y pudo ver claramente cómo su rostro parecía
el de un pájaro, y su nariz comenzaba a estar metalizada. Quedó allí parado,
asustado y preocupado, sin decir palabra.
- Todos esos pájaros fueron niños como tú y como yo-explicó la niña-pero
ellos decidieron no cuidar este lugar. Ahora que son mayores, se han convertido
en pájaros malvados que sólo lo destruyen. Hasta ahora, tú no has hecho mucho
por cuidarlo, pero ahora que ya lo sabes, ¿me ayudarás a conservar todo esto? -
dijo con una sonrisa mientras le tendía la mano.
El niño no terminaba de comprender todo aquello, pero entonces, al mirar de
cerca las columnas, vió que cada una estaba hecha de miles y miles de figuritas
representado los grandes valores: sinceridad, esfuerzo, honradez,
generosidad.... Y al acercarse al suelo, comprobó que la enorme roca
estaba formada por las diminutas historias de niños respetando a sus madres,
abuelos, hermanos, ancianos... sobre la que los cuervos trataban de grabar
escenas de gritos e insultos. Y junto a sus pies, pudo ver su propio dibujo, el
de la última vez que había gritado a su madre. Aquella imagen, en aquel extraño
lugar, le hizo ver que era el respeto lo que mantenía unidas las columnas de
los valores que sostienen el mundo.
El niño, arrepentido, permaneció allí cuidando la roca durante días y días, con
alegría y buenas obras, reponiendo el daño que causaba cada aparición de los
pájaros, sin llegar a dormir un minuto. Así estuvo hasta que, agotado por el
esfuerzo, cayó rendido.
Al despertar, volvía a estar en su casa, y no sabía si todo aquello había sido
un sueño; pero de lo que sí estaba seguro, era de que ningún cuervo volvería a
grabar un dibujo suyo gritando a su madre.
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